Escritos

Todavía hay futuro.  
Prologo.

Ernesto H. de Casas. Actualizado septiembre 2013.

Consideramos imposible que a los miles de millones de personas que habitamos este planeta nos pueda resultar indiferente el tema del sentido de la vida, del cambio de condiciones, de hacer algo por la mejora de todos (4).
 
Éste aparece como el punto de mayor interés, destacándose por encima de otros temas que, si bien son importantes actualmente, no tocan el problema de fondo que hoy se vive: el problema de la desorientación y dubitación general del mundo actual frente el futuro.
Si pensamos en la cantidad de problemas que nos amenazan constantemente, vemos que estamos frente a una crisis de gran magnitud en la que asistimos al ocaso de las ideologías, de las soluciones facilistas, de los planteos tradicionales con el consecuente el desmembramiento moral, al oscurecimiento del espíritu.
 

Todo esto se expresa cotidianamente en las confrontaciones de distintos bandos, en la divergencia de intereses de dirigencias y dirigidos, del distanciamiento entre sectores sociales, que adopta diversas formas según sea la propia dinámica generacional; todo lo cual, lleva de diversas maneras al aumento del sufrimiento individual y colectivo.
Cada persona experimenta la presión en sí misma de este contexto social enrarecido que, lejos de disiparse, suma agobio a las preocupaciones individuales, acorralándonos en callejones sin salida.
 

Estas preocupaciones se manifiestan como inseguridad en el presente e incertidumbre respecto al futuro, reforzadas quizá por las frustraciones del pasado, con la consecuente pérdida de fuerzas en la vida cotidiana y para emprender proyectos.
Además, hoy más que ayer, hemos de lidiar también con la incalculable suma de falsas soluciones que a diario nos presentan como panaceas que pueden repararnos todo, sin embargo, no es así, aumentan la confusión generalizada. Lo que suele vivirse a nivel personal como desánimo, que puede ser más o menos profundo…
 

En suma, el enmarque social tradicional se desfigura a la par que se evidencia la falta de pautas y referencias concretas a seguir, con lo que la vida individual se ahoga en las contradicciones. Así, el desequilibrio interior del ser humano aumenta peligrosamente. No importa a qué tipo de sociedad se pertenezca o qué credo se profese, ni qué grado de cualificación se tenga; nadie está exento de ser golpeado por las distintas formas de confusión, tensión y alteración cotidianas.
Tampoco importa la edad, el sexo, sector social o la raza que se tienen, para sentir una disconformidad latente o manifiesta sobre las condiciones en las que a cada uno le toca vivir.
 

Esta disconformidad se hace patente cuando se cierran oportunidades, cuando se pierden las esperanzas o cuando se desconocen las soluciones valederas. Todo esto va arrinconando a la conciencia humana, poniéndola en circunstancias difíciles, con límites muchas veces y, en su repliegue, se sumerge en sus propios ensueños que nunca serán realizados, añadiendo más frustración a la cadena del sufrimiento personal y social.
Por su parte, hemos de dejar claro que el sufrimiento no es necesario para la vida, es más, la coarta en sus opciones y, si bien son muchas las fuentes de sufrimiento real e ilusorio, lo más grave del caso es la ausencia de medios para superar dicho sufrimiento. Es claro también que nos da una señal de alarma, que algo va mal y ha de cambiarse el rumbo.
 

Obviamente, la sociedad contemporánea ofrece muchas posibilidades en materia de obtención de conocimiento, de múltiples objetos, de modos de subsistencia o progreso material, pero en lo referente a profundizar en uno mismo y superar limitaciones, de modo personal y colectivo, no parece haber avanzado aún, respecto a otros campos.
Se podrá aludir al progreso técnico-científico sin parangón al que se ha llegado actualmente, con sus indudables beneficios. Lo cual, entre otras cosas, nos pone en situación óptima para comprobar que la interioridad humana necesita de atención y desarrollo.
 

Hay, por otra parte, un cuadro de situación generalizado que va en detrimento tanto del sentido vital como de la tan mentada ‘calidad de la vida’; la que va perdiendo dirección y significado y el simple hecho de vivir resulta cada vez más confuso, complejo e incierto, manifestándose tal estado de mil maneras, aumentando así la situación general mencionada.
 

Tales son los sentimientos e ideas que caracterizan los momentos cruciales, como por el que el pasa la Humanidad en nuestra época.
¿Lograremos superar esta crisis? ¿Lograremos encaminarnos de un modo certero hacia el mañana? Son las preguntas de fondo acuciantes que resuenan en todo momento.
Cunde la tensión personal y la presión social; se afianzan los temores y avanza la falta de orientación, y se suman las falas puertas; quedando la persona totalmente indefensa y desarmada como para afrontar con decisión sus problemas cruciales, expuesta a toda suerte de precarias soluciones.
 

Las estupendas condiciones ambientales logradas por el progreso tecnológico en los últimos tiempos – aunque sólo en algunos lugares y en determinados sectores sociales -, no parece que puedan reducir la creciente desestabilización interior que viven muchas personas y que tratan de ahogar de diversas formas; tampoco pareciera que se ofrezca una alternativa válida para llenar ese vacío interior que clama por respuestas verdaderas. Surge y resurge un interés urgente de algo que dé sentido, plenitud y satisfacción de vivir verdaderos.
 

Quien no siente una búsqueda que viene desde lo más profundo del ser humano solicitando referencias ciertas, ante el desplome continuo de referencias caducas o falseadas, como un ostensible intento de superar la crisis actual: no tanto como para recomponer las cosas de mejor manera, sino para inaugurar nuevas rutas de verdadero desarrollo.
Es indiscutible que la conciencia humana está ante un gran desafío, ante un reto histórico, al que responderá sin duda coherentemente, como ya lo hizo y ya lo hace, aprovechando todas sus capacidades, para emerger nuevamente reforzada con su amplio potencial, transformándose a sí misma otra vez, para configurarse de un modo nuevo y poder generar un mundo que le sea propicio al equilibrio, desarrollo y expansión de todos.
 

De manera entonces, que no se puede aceptar, por un lado, a planteamientos apocalípticos de fines de mundo hoy tan en boga, o, por otro, negar la amplitud de la crisis y sus problemas ya instalados; como tampoco se debe considerar a quienes proponen cínicamente el mundo como algo absurdo, sin sentido, en el que nada vale la pena… ni a los que, ilusamente, promueven un orbe lleno de felices oportunidades en medio de acuciantes amenazas. Hoy se suman los proponen manifestar el inconformismo, la indignación frente a todos los atropellos con contundencia, en la calle, y eso es así, sin duda, pero ¿pero basta eso para encauzar la propia vida por un camino interesante y duradero? Lo cual se contrapone drásticamente con quienes hacen una amplio despliegue de formas múltiples de entretenimiento superficial, que es quizás lo que más predomine (*), intentando sin disimulo favorecer la conducta de fuga de situación, es decir, se da la increíble paradoja, que frente al problema, en lugar de estudiarlo y buscar soluciones, se lo niega, se lo degrada y se huye de él hacia algún facilismo ilusionante. Después, la caída será peor.
 

Ante todo esto, vemos que no es conveniente aumentar esta confusión, pues no ayuda a ese vacío interior vigente, que clama por propuestas efectivas, sino, por el contrario, podríamos tratar de aportar soluciones tan sentidas como verdaderas.
Cabe destacar que, una cosa es recalcar los síntomas de la crisis universal que se abalanza y agudiza día a día, a fin de no caer presa de ella, optando por nuevos derroteros, y otra cosa muy distinta es hablar de una suerte de derrota final del hombre, de un cataclismo universal. Ya que esto no existe en términos absolutos aunque sí relativos, pues pareciera que hay un fin del recorrido humano**, pero las condiciones, nos parece, son por tanto superables.
 

Precisamente nos puede servir para encontrar nuevos rumbos y mejores destinos, ya que una conciencia entretenida, encandilada con huecas luminarias mal puede ver un nuevo sentido que se despliegue de par en par.
En realidad, bienvenida sea esta crisis que tira por la borda todo el peso muerto de falsedades de larga data y abre un espacio para que se facilite la oportunidad de profundizar en encontrar un camino de certezas.
 

Lo importante es caer en cuenta con valentía de las soluciones aparentes, que deslumbran, y que no es tan trágico que se caigan falsas referencias, puesto que todo ello permite una apertura del ser humano a un nuevo momento de su historia personal y social.
*) No es algo menor hoy recalcar los efectos de la ‘industria del entretenimiento’ y de cómo quiere malremplazar a la cultura, a las artes y sus expresiones más valiosas en estos campos.
**) No pasa un día sin que nos alarmen los medios de comunicación sobre el fin de mundo y calamidades que acechan a la humanidad, los finales de tal o cual calendario, etc. Lo que nos evidencia situaciones sicológicas, que hacen ver en la necesidad de dar carpetazo a esta larga prehistoria humana y entrar en la verdadera Historia, ‘Cálidamente Humana’ como la ha definido Silo.
 

La vida tiene sentido y apunta en dirección trascendente y, por tanto, tal concepción no admite, por ningún motivo, el oscurecimiento del mundo y de las personas cayendo en el absurdo. Sino todo lo contrario, facilita el resurgir de un ser humano nuevo con sentido pleno, aunque ello, claro está, implica esfuerzo, dedicación, constancia en el andar de los nuevos senderos.
 

Precisamente, al adoptar una postura positiva orientada por el sentido profundo de la vida es por lo que no se puede admitir ninguna tesis apocalíptica, tremendista de fines de todo;
ni, opuestamente, fantasear con que la crisis es pasajera e intrascendente, sin mayores consecuencias y que todo volverá a ser igual.
De ningún modo. Aquí, o se cambia, o se cambia…
Admitamos que hay una situación de crisis seria, pero concomitantemente, adoptemos una actitud de aprovechar el momento para ahondar en otros modos de ser, de ver las realidades, de sentir, de pensar y actuar. Una postura de superación, de acción positiva es lo idóneo; afrontando todos los cambios que hay que hacer y asumiendo las responsabilidades del caso.
 

Aquellos que prefieren la fuga de condiciones, optan por falsas soluciones, muy transitorias por lo demás, y que huyen del mundo en busca de refugios, podrían mejor detenerse y mirar, al menos, a quienes encuentran un sentido esencial, se fortalecen en su dirección y revierten en el mundo esas referencias renovadoras, que han descubierto y se refuerzan en ellos mismos.
 

Finalizando, según se puede ver, los nuevos tiempos serán distintos para quienes se orienten con sentido real en la vida, superando contradicciones y comunican a otros sus descubrimientos, que para quienes prefieran engañarse con falsas y provisorias soluciones; pudiendo transformarse positivamente y actuar de igual modo al mundo que nos rodea, ayudando a otros en la tarea.
 

Podemos decir entonces:
¿Crisis? Sí, pero sin “fin del mundo” ¿Agobios? Sí, pero superables.
¿Confusión, sin-sentido y des-validez interna? Sí, pero convertibles
¿Soluciones? Por supuesto, pero verdaderas y no más lejos que en uno mismo, en los demás, en los nuevos conjuntos sociales.
Todo puede orientarse en dirección correcta, que es única por tener sentido pleno, prevalecer sobre las contradicciones y llevar dirección trascendente.
 

Este texto intenta ser sólo una simple contribución, para señalar la posibilidad – necesidad – de soluciones verdaderas, ante la temática antes mencionada. Valiéndose de la descripción, se tratan aquí los grandes temas del malestar personal y social, la posibilidad de superación, de felicidad creciente y del encuentro de un sentido de vida trascendente, en un contexto de aprendizajes, de y experiencia y su comunicación (6).
Esquema e interés del texto.
 

El libro consta de una parte principal dividida en tres secciones, digamos, con sus capítulos, incluyendo al final notas que aclaran o amplían conceptos importantes. La finalidad de la obra está marcada por el interés puesto en ofrecer una contribución positiva sobre nuestras vidas, de todos los días, y en el fondo viendo la existencia humana y las condiciones que la puedan favorecer, hoy tan afectada por diversos factores (7).



Bibliografía de referencia

 
Las fuentes de esta corriente de pensamiento se encuentran en los libros Humanizar la Tierra y El Mensaje, en Cartas a mis Amigos, de Silo, en las nociones del
Nuevo Humanismo (8) en Autoliberación, de L.A. Ammann, y también en El Libro de la Comunidad, donde podemos leer en una de sus páginas, estas palabras tan simples como importantes: “Aquí se explica que el equilibrio y desarrollo individual y social pueden lograrse si las personas adquieren un coherente sentido de la vida. De otro modo, toda existencia sin dirección, o falseada en su sentido, genera sufrimiento personal y colectivo.

Este es el instrumento que ayuda a esclarecer ese sentido, o a convertir un sentido falseado en una orientación verdadera de la vida”. (9) 



AGRADECIMIENTO 

Vaya mi agradecimiento expreso a todos los que de diversos modos me han alentado a llevar de nuevo este título a su publicación, porque si ya resultó de cierta utilidad, bien podría serlo otra vez ahora; máxime con la situación actual de cerrazón de futuro social y personal. De ahí es que se impone una a su nueva presentación esta revisión y actualización de la propuesta. Que es también un testimonio, entendiendo que tiene la misma vigencia.
 
Mendoza, agosto-septiembre 2013 (actualización)
Mendoza, 2013